La marcha
El acto de la marcha organizada por el
Consejo Nacional de Seguridad Ciudadana y Convivencia debe interpretarse como
una demostración mediática de unidad social cuyo objetivo central de la
administración del Órgano Ejecutivo era ubicar en las consciencias individuales,
entre variados pero menos relevantes puntos, una actitud de voluntad de
intervención adecuada a solucionar la relativa problemática de seguridad
nacional que [de]genera en corrientes de opinión unilaterales para las cuales
las sensaciones de miedo e incertidumbre resultan determinantes en la
estructuración de las transacciones de la vida en sociedad. Así entonces debe
valorarse de mejor precisión la segunda suposición del tercer párrafo de la
columna del docente e investigador Mauricio Manzano (intitulada Marcha por la paz y la justicia: una lectura
política [Voces, 2015, 25 de marzo]) ya que calificar el actual escenario
de violencias sociales como un conflicto social de mayor crueldad jamás
conocido carece de fundamentos socio-históricos, además que los recientes
comicios electorales no se encuentran determinados en una crisis de condiciones
alarmantes, sino más bien contaminados por
las insinuaciones de ilegalidad de los institutos político-partidarios que
desesperados lideraron climas y corrientes de opinión dañinas a la imagen del
Tribunal Supremo Electoral, especialmente al presidente del mismo.
Las diferentes corrientes de opinión
encaminadas al análisis de la Marcha por la Vida, la Paz y la Justicia no se
han detenido en analizar críticamente el discurso del jefe de Estado sino más
bien los distintos columnistas han contemplado elementos triviales encaminados
a la falta de lógica argumentativa (tales son los casos objetivos del Dr.
Roberto Montoya Argüello quien se escandalizó por el equívoco acto de cantar
las notas del Himno Nacional con la mano izquierda de algunos funcionarios [La
Prensa Gráfica, 2015, 31 de marzo], o los seis puntos del Dr. Mauricio E.
Colorado que de los cuales acaso el quinto podría haber logrado mayor cohesión lógica
[El Mundo, 2015, 30 de marzo], así mismo Juan Héctor Vidal perdió el rumbo de la
intención de sus ideas sin aterrizar en concreción alguna [La Prensa Gráfica,
2015, 30 de marzo]).
Así entonces con la afirmación de
Salvador Sánchez Cerén de “que no vamos ceder ni un solo espacio a la
delincuencia” exaltando la unidad social, el enfoque de seguridad integral de
la administración actual comprende que la cohesión ciudadana es un instrumento
indispensable para permitir que el Estado legitimado controle los índices de
violencia. Por ende al apoyar de forma unánime al quehacer gubernamental, SSC
logró proyectar el fantasioso discurso que elaboraría acompañándose de cursilería
esperanzadora.
Más allá de la búsqueda del soporte
político que sugiere Manzano, la intención de la Marcha por la Vida, la Paz y
la Justicia es el resultado de una improvisada y poco ideada estrategia de
acción-comunicativa para evidenciar que las políticas integrales de seguridad
ciudadana-nacional deben homogenizarse en la idea común de que el Estado sí
enfrenta y organiza sus actividades para la consecución de la justicia, de la
seguridad jurídica y del bien común.
Ricardo Paniagua
Profesional docente e investigador, teórico social, traductor.
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